sábado, 26 de enero de 2013

¿POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS?




   







            En lo que llevamos de este mes de enero se han multiplicado por dos la cantidad de señales y toques a difuntos de lo que sería la media normal de cualquier epoca del año, y por supuesto de años anteriores, ya que en tan solo 26 días  son 14 los entierros habidos, siendo el doble de lo normal, por lo que los toques a difuntos han sonado practicamente a diario, pero de estos catorce quiero en esta entrada  centrarme mas concretamente en dos por ser excepcionales en lo que corresponde a los toques de campanas propiamente.

          El primero de ellos es el sacerdote natural de aquí D. José Antonio Berenguer Cerdá, conocido en Castalla como “D.Antonio el Real”, y el segundo es el anterior sacristán de la Iglesia del Convento Pascual Bordera, conocido por sus paisanos como “Bill”.

    








                 El primero, D. José Antonio, nos dejó el lunes 21 de enero con 75 años de edad, después de atravesar una dura enfermedad, realizando las señales de difuntos propias de sacerdote, (después de muchos años sin utilizar este toque, en tan sólo tres meses ésta ha sido la segunda vez). La capilla ardiente se instaló en la capilla del Santísimo de la parroquia, por ello además de las señales realizadas al mediodía y al atardecer con el Ángelus, realizamos otra a la entrada del féretro a la parroquia sobre las 8.30 h. de la noche. La Misa exequial se celebró el día 22 de enero a las 4.30 h. de la tarde, siendo presidida por nuestro obispo D. Jesús Murgui,  concelebrado el vicario general D Francisco Conesa,  casi 150 sacerdotes y algunos diáconos, asistiendo también muchas personas de vida consagrada y resultando por ello el templo pequeño para albergar la multitud de gente que quería despedirle y rezar por el eterno descanso de su alma. Los toques de campanas de este día fueron los propios de cualquier difunto pero con la distinción de los nueve driancs sacerdotales; al alba, al medio día y los tres toques del entierro con el medio vuelo al segundo toque y a la salida del féretro tras concluir el sepelio. Tambien realicé la señal que se tocaba antiguamente en el ofertorio.  A continuación copio el escrito del actual rector del teologado de Alicante D. Pedro Luis Vives Pérez, sobre D. José Antonio:







Ayer, 21 de enero, moría, a los 75 años de edad, el sacerdote D. José Antonio Berenguer Cerdá. ¿Quién era este sacerdote? Para los sacerdotes de la diócesis de Orihuela-Alicante ha sido siempre «el Padre Berenguer» y así quisiéramos recordarlo ahora y siempre: como Padre. Este apelativo respondía no sólo a la diversidad de servicios y encargos que tenía y ha desarrollado en la diócesis, sino, sobre todo, al “espíritu” de solicitud, entrega, amor, respeto, con que trataba a cada uno y a todos en cada uno de estos diversos servicios.







                                 



Sobre toda su actividad, había una que le distinguía y que le era más querida: la atención y el cuidado a sus “hijos” sacerdotes. Y es que D. José Antonio fue dos veces Rector del Seminario de Orihuela, director espiritual del Seminario Mayor de Alicante, y recientemente, Director de la Casa Sacerdotal de Alicante y Director de la Comisión para el diaconado permanente. Toda su vida estuvo por tanto dirigida y orientada a la formación y el aliento de los sacerdotes. Así lo comprendió él mismo al revelarle su madre, en el tiempo final de su vida, cuál había sido el origen de su vocación. Y es que la vida sacerdotal del Padre Berenguer se inicia incluso antes de su nacimiento. Nacido en Castalla el 1 de Agosto de 1937, así relató él lo vinculado que estuvo a un sacerdote, D. Silvino Prats Sempere, (natural de Onil y vicario de la parroquia de Castalla) martirizado en la madrugada del 29 de septiembre del año 36: «Cosido a tiros, todavía con la sangre caliente, caído de rodillas y con las manos juntas, quiso la providencia del Señor que pasara ante él mi madre. En los minutos en que paró el autobús en el que viajaba, estremecida de dolor al reconocerlo, le ofreció a Dios el próximo hijo "para que ocupara el lugar de Don Silvino y no se acabaran los sacerdotes". Ese "próximo hijo" es el sacerdote que escribe estas líneas. Mi vocación y mi ministerio están marcados por la sangre y martirio del Siervo de Dios Silvino". (D. José Antonio Berenguer Cerdá).

Para ejercer esta función paternal con los sacerdotes, D. José Antonio contaba con dos brazos poderosos: una honda espiritualidad y una sólida formación teológica y litúrgica. Ambas las ejerció notablemente en los 43 años de docencia que desempeño en el Seminario y también los 11 que desempeño en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de nuestra diócesis, y sobre todo, en cada entrevista espiritual con cada uno de sus “dirigidos”.

Su espiritualidad, alejada de cualquier afección superficial o frívola, era espléndidamente evangélica. El Padre sacerdote es uno de esos sacerdotes (mejor aún, cristiano), que se creía el evangelio, que había modelado su vida y sus existencia desde los consejos evangélicos y desde el seguimiento apasionado y enamorado del Señor. Esta frescura evangélica procedía por su estima y devoción al “caminito” de la Infancia espiritual de Santa Teresita de Lisieux, ya que la mirada al abandono y a la confianza en Dios estaba siempre presente entre sus consejos preferidos. Junto a la santa doctora del Carmelo, también conocía profundamente los otros místicos carmelitas del Siglo de Oro español: Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, cuyos consejos para la vida de oración seguía como fiel discípulo. En las abisales tareas de discernimiento espiritual, seguía de cerca las orientaciones firmes de la disciplina jesuita de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, aplicando con gran maestría los grados de humildad ignaciana, aprendidos sabiamente de mano de un maestro único: el Padre Luis Mendizábal, al que le unía una larga relación. De este jesuita español aprendió también a adentrarse en el inmenso amor redentor del corazón “humano” de Jesús, vivo y presente en la eucaristía y en la devoción afectiva al Sagrado Corazón, que le daba siempre un toque cordial y sencillo, alejado de toda frialdad y severidad, en el encuentro con toda persona, cualquiera fuera su condición moral. Este amor explicaba su dedicación a la vida de austeridad y penitencia, en reparación por la humanidad pecadora, movido siempre de una inmensa caridad pastoral. Por último, su labor docente, dedicada en exclusiva a la liturgia y al culto divino, hizo que encontrara en la liturgia de la Iglesia una preciosa fuente para la relación constante con el “misterio” de Dios. En esa escuela, la del misterio celebrado y vivido, que aprendía y enseñaba de manera magistral, ha dejado su legado más precioso, porque en ella, en la liturgia, veía representado el ideal sacerdotal por excelencia: la única mediación sacerdotal eficaz y viva de Jesucristo hoy. Son muchas las generaciones de sacerdote que han aprendido a celebrar la misa bajo su mirada atenta; él enseño a los sacerdotes a cómo tratar el misterio de amor que se realiza en la eucaristía.

Si lo más difícil, entre los sacerdotes, es saber ser sacerdote para ellos mismos, el Padre Berenguer ha sido Maestro excepcional en este arte: ser sacerdote y ejercerlo para y ante sus compañeros. Éste, es uno de los bienes inmensos, entre muchos, que nos ha dejado este sacerdote, enamorado de su vocación y de su misión, que la ha cumplido amando hasta “el extremo”. Ahora pedimos por él, para que Dios le tenga en su gloria y en su paz, y desde esta morada de luz y de alegría sin fin, siga ayudando a todos los sacerdotes y demás fieles que se acojan a su paternidad, más grande, si cabe, ahora en el cielo.

Pedro Luis Vives Pérez

Rector del Seminario (Alicante)




















                   El segundo, como he mencionado es Pascual Bordera de 80 años de edad, que nos dejó el día 22 de enero,  sacristán del Convento desde que falleció su padre en 1974, hasta septiembre del 2008 en que por achaques de la edad tuvo que dejarlo. Fue una persona muy entregada en el cuidado de esta Iglesia, así como en los preparativos de las celebraciones litúrgicas, de los sacramentos, procesiones y demás actos que tuvieran lugar en esta tan estimada Iglesia, así como en el profundo amor y devoción que sentía por el santo que la preside “San Francisco de Paula”.





           Como no podía ser de otra manera, tanto el párroco D. Salvador Valls como la familia creyeron conveniente realizarle la Misa exequial en esta Iglesia del Convento, por lo que creímos de justicia tanto D. Salvador como yo realizarle las señales de difuntos en los campanarios de las dos iglesias, siendo este un caso sin precedentes, ya que se tenga constancia nunca ha sucedido, realizando también en este caso la antigua señal en el ofertorio de la Misa,  intentando resaltar o agradecer de esta manera su gran labor desempeñada.








               Además de que por el hecho de haber sido sacristán durante tanto tiempo las campanas lo deberían de resaltar, pero había otra actividad suya no menos notoria por la que considero se debía de haber realizado así, ya que al ser el hijo del campanero “el tío Pascual”, tanto él como sus hermanos, desde niños y hasta la electrificación del año 1964 ayudaron y colaboraron con los toques manuales de campanas, teniendo por ello incluso las manos encallecidas por los esfuerzos realizados con las maromas de las campanas.




            La Misa exequial fue presidida por el párroco de Castalla D. Salvador Valls, concelebrando casi todos los sacerdotes hijos de Castalla junto a la mayoría de los que coincidieron como párrocos durante los años que desempeñó sus funciones. La Iglesia del Convento se llenó por completo, pues fuimos muchos, con los que nos unió una grata amistad, los que quisimos acudir para despedirle y rezar por el eterno descanso de su alma.

Descansen en la paz de Cristo.












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