En
lo que llevamos de este mes de enero se han multiplicado por dos la cantidad de
señales y toques a difuntos de lo que sería la media normal de cualquier epoca
del año, y por supuesto de años anteriores, ya que en tan solo 26 días son 14 los entierros habidos, siendo el doble
de lo normal, por lo que los toques a difuntos han sonado practicamente a
diario, pero de estos catorce quiero en esta entrada centrarme mas concretamente en dos por ser
excepcionales en lo que corresponde a los toques de campanas propiamente.
El
primero de ellos es el sacerdote natural de aquí D. José Antonio Berenguer
Cerdá, conocido en Castalla como “D.Antonio el Real”, y el segundo es el
anterior sacristán de la Iglesia del Convento Pascual Bordera, conocido por sus
paisanos como “Bill”.
El
primero, D. José Antonio, nos dejó el lunes 21 de enero con 75 años de edad,
después de atravesar una dura enfermedad, realizando las señales de difuntos
propias de sacerdote, (después de muchos años sin utilizar este toque, en tan
sólo tres meses ésta ha sido la segunda vez). La capilla ardiente se instaló en
la capilla del Santísimo de la parroquia, por ello además de las señales
realizadas al mediodía y al atardecer con el Ángelus, realizamos otra a la
entrada del féretro a la parroquia sobre las 8.30 h. de la noche. La Misa
exequial se celebró el día 22 de enero a las 4.30 h. de la tarde, siendo
presidida por nuestro obispo D. Jesús Murgui,
concelebrado el vicario general D Francisco Conesa, casi 150 sacerdotes y algunos diáconos,
asistiendo también muchas personas de vida consagrada y resultando por ello el
templo pequeño para albergar la multitud de gente que quería despedirle y rezar
por el eterno descanso de su alma. Los toques de campanas de este día fueron
los propios de cualquier difunto pero con la distinción de los nueve driancs
sacerdotales; al alba, al medio día y los tres toques del entierro con el medio
vuelo al segundo toque y a la salida del féretro tras concluir el sepelio.
Tambien realicé la señal que se tocaba antiguamente en el ofertorio. A continuación copio el escrito del actual
rector del teologado de Alicante D. Pedro Luis Vives Pérez, sobre D. José
Antonio:
Ayer, 21
de enero, moría, a los 75 años de edad, el sacerdote D. José Antonio
Berenguer Cerdá. ¿Quién era este sacerdote? Para los sacerdotes de la
diócesis de Orihuela-Alicante ha sido siempre «el Padre Berenguer» y así
quisiéramos recordarlo ahora y siempre: como Padre. Este apelativo respondía
no sólo a la diversidad de servicios y encargos que tenía y ha desarrollado
en la diócesis, sino, sobre todo, al “espíritu” de solicitud, entrega, amor,
respeto, con que trataba a cada uno y a todos en cada uno de estos diversos
servicios.
Sobre
toda su actividad, había una que le distinguía y que le era más querida: la
atención y el cuidado a sus “hijos” sacerdotes. Y es que D. José Antonio fue
dos veces Rector del Seminario de Orihuela, director espiritual del Seminario
Mayor de Alicante, y recientemente, Director de la Casa Sacerdotal de
Alicante y Director de la Comisión para el diaconado permanente. Toda su vida
estuvo por tanto dirigida y orientada a la formación y el aliento de los
sacerdotes. Así lo comprendió él mismo al revelarle su madre, en el tiempo
final de su vida, cuál había sido el origen de su vocación. Y es que la vida
sacerdotal del Padre Berenguer se inicia incluso antes de su nacimiento.
Nacido en Castalla el 1 de Agosto de 1937, así relató él lo vinculado que
estuvo a un sacerdote, D. Silvino Prats Sempere, (natural de Onil y vicario
de la parroquia de Castalla) martirizado en la madrugada del 29 de septiembre
del año 36: «Cosido a tiros, todavía con la sangre caliente, caído de
rodillas y con las manos juntas, quiso la providencia del Señor que pasara
ante él mi madre. En los minutos en que paró el autobús en el que viajaba,
estremecida de dolor al reconocerlo, le ofreció a Dios el próximo hijo
"para que ocupara el lugar de Don Silvino y no se acabaran los
sacerdotes". Ese "próximo hijo" es el sacerdote que escribe
estas líneas. Mi vocación y mi ministerio están marcados por la sangre y
martirio del Siervo de Dios Silvino". (D. José Antonio Berenguer Cerdá).
Para
ejercer esta función paternal con los sacerdotes, D. José Antonio contaba con
dos brazos poderosos: una honda espiritualidad y una sólida formación
teológica y litúrgica. Ambas las ejerció notablemente en los 43 años de
docencia que desempeño en el Seminario y también los 11 que desempeño en el
Instituto Superior de Ciencias Religiosas de nuestra diócesis, y sobre todo,
en cada entrevista espiritual con cada uno de sus “dirigidos”.
Su
espiritualidad, alejada de cualquier afección superficial o frívola, era
espléndidamente evangélica. El Padre sacerdote es uno de esos sacerdotes
(mejor aún, cristiano), que se creía el evangelio, que había modelado su vida
y sus existencia desde los consejos evangélicos y desde el seguimiento
apasionado y enamorado del Señor. Esta frescura evangélica procedía por su
estima y devoción al “caminito” de la Infancia espiritual de Santa Teresita
de Lisieux, ya que la mirada al abandono y a la confianza en Dios estaba
siempre presente entre sus consejos preferidos. Junto a la santa doctora del
Carmelo, también conocía profundamente los otros místicos carmelitas del
Siglo de Oro español: Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, cuyos
consejos para la vida de oración seguía como fiel discípulo. En las abisales
tareas de discernimiento espiritual, seguía de cerca las orientaciones firmes
de la disciplina jesuita de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de
Loyola, aplicando con gran maestría los grados de humildad ignaciana,
aprendidos sabiamente de mano de un maestro único: el Padre Luis Mendizábal,
al que le unía una larga relación. De este jesuita español aprendió también a
adentrarse en el inmenso amor redentor del corazón “humano” de Jesús, vivo y
presente en la eucaristía y en la devoción afectiva al Sagrado Corazón, que
le daba siempre un toque cordial y sencillo, alejado de toda frialdad y
severidad, en el encuentro con toda persona, cualquiera fuera su condición
moral. Este amor explicaba su dedicación a la vida de austeridad y
penitencia, en reparación por la humanidad pecadora, movido siempre de una
inmensa caridad pastoral. Por último, su labor docente, dedicada en exclusiva
a la liturgia y al culto divino, hizo que encontrara en la liturgia de la
Iglesia una preciosa fuente para la relación constante con el “misterio” de
Dios. En esa escuela, la del misterio celebrado y vivido, que aprendía y
enseñaba de manera magistral, ha dejado su legado más precioso, porque en
ella, en la liturgia, veía representado el ideal sacerdotal por excelencia:
la única mediación sacerdotal eficaz y viva de Jesucristo hoy. Son muchas las
generaciones de sacerdote que han aprendido a celebrar la misa bajo su mirada
atenta; él enseño a los sacerdotes a cómo tratar el misterio de amor que se
realiza en la eucaristía.
Si lo
más difícil, entre los sacerdotes, es saber ser sacerdote para ellos mismos,
el Padre Berenguer ha sido Maestro excepcional en este arte: ser sacerdote y
ejercerlo para y ante sus compañeros. Éste, es uno de los bienes inmensos,
entre muchos, que nos ha dejado este sacerdote, enamorado de su vocación y de
su misión, que la ha cumplido amando hasta “el extremo”. Ahora pedimos por
él, para que Dios le tenga en su gloria y en su paz, y desde esta morada de
luz y de alegría sin fin, siga ayudando a todos los sacerdotes y demás fieles
que se acojan a su paternidad, más grande, si cabe, ahora en el cielo.
Rector del Seminario (Alicante) |
El segundo, como he mencionado es
Pascual Bordera de 80 años de edad, que nos dejó el día 22 de enero, sacristán del Convento desde que falleció su
padre en 1974, hasta septiembre del 2008 en que por achaques de la edad tuvo que dejarlo.
Fue una persona muy entregada en el cuidado de esta Iglesia, así como en los
preparativos de las celebraciones litúrgicas, de los sacramentos, procesiones y
demás actos que tuvieran lugar en esta tan estimada Iglesia, así como en el
profundo amor y devoción que sentía por el santo que la preside “San Francisco
de Paula”.
Como no podía ser de otra manera,
tanto el párroco D. Salvador Valls como la familia creyeron conveniente
realizarle la Misa exequial en esta Iglesia del Convento, por lo que creímos de
justicia tanto D. Salvador como yo realizarle las señales de difuntos en los
campanarios de las dos iglesias, siendo este un caso sin precedentes, ya que se
tenga constancia nunca ha sucedido, realizando también en este caso la antigua
señal en el ofertorio de la Misa, intentando resaltar o agradecer de esta manera
su gran labor desempeñada.
Además de que por el hecho de
haber sido sacristán durante tanto tiempo las campanas lo deberían de resaltar, pero
había otra actividad suya no menos notoria por la que considero se debía de
haber realizado así, ya que al ser el hijo del campanero “el tío Pascual”, tanto
él como sus hermanos, desde niños y hasta la electrificación del año 1964
ayudaron y colaboraron con los toques manuales de campanas, teniendo por ello
incluso las manos encallecidas por los esfuerzos realizados con las maromas de
las campanas.
La Misa exequial fue presidida
por el párroco de Castalla D. Salvador Valls, concelebrando casi todos los
sacerdotes hijos de Castalla junto a la mayoría de los que coincidieron como
párrocos durante los años que desempeñó sus funciones. La Iglesia del Convento
se llenó por completo, pues fuimos muchos, con los que nos unió una grata
amistad, los que quisimos acudir para despedirle y rezar por el eterno descanso
de su alma.
Descansen en la paz de Cristo.
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