Además del noble y sonoro oficio de tocar las campanas, los campaneros tenemos la importante responsabilidad de velar por su buen estado. Esta tarea incluye una revisión periódica y minuciosa de todos sus elementos: badajos, asas, yugos, ejes, cojinetes, martillos, motores y sistemas de seguridad, con el objetivo de asegurar que todo funcione correctamente y que las campanas puedan sonar con la dignidad que merece cada celebración litúrgica.
Dentro de este compromiso continuo con la conservación del campanario, el pasado martes 27 de mayo, en una de estas revisiones rutinarias realizadas con motivo de los preparativos para el triduo y procesión en honor a la Virgen, detectamos una anomalía preocupante: el badajo de la campana mayor se hallaba visiblemente ladeado, un claro indicio de que algo no marchaba bien. Tras una inspección más detallada, pudimos comprobar que la asa superior de éste, la pieza que permite el amarre del badajo a la campana, se había fracturado.
Afortunadamente, el sistema de cables de acero de seguridad, instalado precisamente para casos como este, cumplió perfectamente su función: la pieza rota del badajo quedó suspendida de este, sin llegar a caer ni ocasionar mayores daños.
La rotura del asa se produjo concretamente el sábado 17 de mayo, durante el volteo general realizado al segundo toque de la misa de confirmaciones. Cabe destacar que en la revisión anterior, fechada poco antes de dicho evento, no se observó ningún desperfecto, por lo que la fractura debió de producirse durante ese volteo.
Por suerte, conservamos los badajos antiguos, los anteriores a la restauración de 2002, lo cual nos ha permitido actuar con celeridad. Así, este sábado 31 de mayo, mi compañero Fran y yo hemos procedido a realizar la sustitución completa del badajo averiado, asegurando que la campana mayor no quedara fuera de servicio. Esta rápida intervención ha sido clave para garantizar que el toque de campanas no se vea interrumpido o deslucido en un fin de semana tan significativo como el que se avecina, en el que celebraremos el traslado de la imagen de nuestra Patrona al colegio parroquial y su posterior subida a la ermita.
Para entender la magnitud del esfuerzo que implica a este elemento, basta con conocer las cifras: el badajo sustituido pesa 28 kilogramos y tiene una altura de 1.16 cm. Su impacto, cuando la campana está al vuelo, es considerable, por lo que son inevitables estas roturas. Y no olvidemos que se trata de una campana de 1.741 kg de bronce, completa con yugo incluido de 3.166 kg, cuyo tamaño, sonoridad y valor patrimonial exigen el mayor de los cuidados.
En las próximas semanas, me ocuparé personalmente de retirar el asa fracturada del badajo dañado y de fabricar una nueva, con el fin de restaurarlo completamente y dejarlo en condiciones óptimas para su próxima re-colocación.
Confiamos en que el esfuerzo y la dedicación en estos trabajos contribuyan a preservar nuestro legado histórico campanero, asegurando que nuestras campanas sigan siendo, como siempre, la voz viva de nuestro pueblo y su fe.