Pasadas las fiestas de la
Asunción y San Roque (la vaca) cada vez que nos encontrábamos los miembros de
la cuadrilla, siempre terminábamos con la misma pregunta ¿Qué día nos juntamos
para realizar el mantenimiento?
Primeramente nos inclinamos para que fuese el viernes 24 o el sábado 25, pero Fran como hombre previsor aconsejaba que lo hiciéramos el lunes 20 por estar el fin de semana muy próximo a las fiestas con el consiguiente peligro que se complicara algo y no lo pudiéramos realizar.
Nos citamos todos para el lunes 20 a las 8 de la mañana en la puerta de la Iglesia, incluso siendo conscientes de que D. Salvador y Marcos no podrían asistir, no asistiendo al final tampoco Tomás y José Miguel.
Al subir arriba del campanario José, Fran, Kiko, Oscar, Víctor y yo procedimos a montar el andamiaje para comenzar por la campana más pequeña y finalizar con la mayor, como es costumbre.
En principio nos creíamos que no haría falta este año apretar todas las tuercas de los yugos, pero parece que al ser un verano tan seco, la madera había menguado y sí que lo tuvimos que realizar.
Después de comprobar que tanto la madera como los herrajes interiormente se encontraban en buen estado, decidimos barnizar y pintar sólo la parte exterior de las cinco campanas.
También en este año al revisar los badajos, optamos por la opción de sustituirles las cuerdas de amarre a las asas de las campanas, por observar que algunas de ellas presentaban desgaste en las zonas de fricción o rozadura.
Al marcharnos sobre la 1.30 h.
para tomarnos la ya tradicional “cerveza” se empeñó el amigo Oscar en que la
campana mayor teníamos que dejarla boca arriba por considerar él que eso ya era
una tradición.
Sobre las 7 de la tarde, ya
teníamos las cinco campanas en perfecto estado para los volteos de las próximas
fiestas patronales, por ello consideramos que era una hora prudente para
marcharnos al convento y efectuarles también el mantenimiento.
Nos llevamos algo de
herramientas, aunque éramos conscientes de que allí habría pocos tornillos para
apretar por ser los yugos de hierro y no menguar estos como los de madera.
También cogimos algo de cuerda para sustituir también si la de algún badajo ofrecía desgaste.
De lo que sí tuvimos que proveernos fue de pintura de imprimación y varios pinceles, ya que estos yugos presentaban bastante óxido. Como no había unanimidad en el color definitivo en el que rematarlo decidimos dejarlas de momento sólo con esta capa de imprimación de gris oscuro, por ser bastante semejante al verdoso bronce con que las pintamos en el 1990.
No quiero terminar esta entrada
sin dejar de agradecer al amigo Víctor el detalle que tuvo de subirnos una
pequeña nevera con unos botes de cerveza y unas cocas para el almuerzo, todo un
detallazo.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario