La tarea
Este año la tradicional tarea de mantenimiento y puesta a punto de las campanas llegó con retraso. Normalmente la hacemos en los días previos a las fiestas patronales, cuando los bronces trabajan más que en ningún otro momento del año y el campanario late con una vida especial. Pero este 2025 las circunstancias nos obligaron a aplazarlo hasta el 25 de octubre, porque durante las semanas anteriores estábamos completamente inmersos en un trabajo tan delicado como urgente: la sustitución del motor de la segunda campana y su complicada compensación.
Una avería que nació en plena fiesta
Todo comenzó en junio, durante la procesión de la Subida de la Patrona a su ermita. En medio del fervor y la emoción del momento, la placa electrónica del motor sufrió un cortocircuito. No era la primera vez que les ocurría a las dos campanas grandes: cuando una campana está descompensada, el motor trabaja forzado y, con el tiempo, la placa electrónica acaba cediendo.
Una vez más, nuestro compañero Ricardo Mínguez se puso manos a la obra: sustituyó varistores, reconstruyó pistas quemadas y dio una segunda vida a la placa. Pero, pese a su buen hacer, el corazón electrónico del motor no quedó en las condiciones esperadas: no registraba las revoluciones correctas y, lo que era más peligroso, activaba la campana sin recibir orden alguna del cuadro de maniobra.
Ante esto, decidimos instalar una placa nueva del mismo fabricante italiano, ECAT. Sin embargo, el problema persistía: el motor ni siquiera conseguía mover la campana. Los técnicos italianos insistían en que la culpa era del gran desequilibrio que sufría.
Y, cuando finalmente la compensamos, apareció otro obstáculo: aquella nueva generación de placas presentaba dificultades serias para arrancar campanas de gran volumen. La conclusión era clara: había que encontrar placas antiguas, denominadas "Ecatron 1", las únicas realmente compatibles.
Una carrera contra el tiempo, en pleno verano
Con todo este enredo nos plantamos en agosto, con las fiestas de la Asunción de la Virgen y San Roque, patrón de la localidad. No podíamos permitir que la campana, símbolo vivo de nuestro pueblo, quedara en silencio.
Por ello llamé a la empresa especializada más cercana, Electrorecamp, de Ontinyent. Los hermanos Vicente y César llegaron con una rapidez que merece reconocerse, cargados con distintas placas e incluso con un motor nuevo de ECAT. Pero, tras muchas pruebas y horas de paciencia, quedó claro que aquella no era la solución.
La alternativa definitiva era instalar un motor de la firma belga con la que ellos trabajan habitualmente, seguro y potente. ¿El problema? El calendario y el verano: empresas cerradas, stock limitado y muy poco margen de maniobra. Finalmente, propusieron una idea tan arriesgada como generosa: retirar provisionalmente un motor de otro campanario que, durante los días de fiesta, solo utilizaba el toque manual.
El pueblo elegido fue Moixent. Desde aquí vuelvo a expresar mi agradecimiento al campanero y amigo Felipe Sanchís, así como a la parroquia de San Pedro Apóstol y a su párroco, por su disponibilidad y su gran generosidad al cedernos el motor.
Un reto técnico de primera magnitud
Una vez conseguido el motor, aún quedaba un obstáculo enorme: nuestro sistema funcionaba a 230 Voltios monofásico, mientras que el nuevo motor exigía 380 Voltios y trifásico. Había que subir toda una acometida nueva, desde el contador hasta la sala de campanas, en tiempo récord y sin dejar ningún cable a la vista.
Cuando la infraestructura quedó lista, Vicente y César regresaron para instalar y programar el motor. Esta vez, por fin, todo encajó: la campana empezó a funcionar con una suavidad y precisión que hacía meses que no veíamos. La programación del medio vuelo la reservaríamos para el día del mantenimiento general.
El día señalado
Buscando una fecha en la que todos pudiéramos estar disponibles, o al menos la mayoría, nuestro amigo Víctor hizo su característico bando, convocándonos el 25 de octubre, a las 7:30 de la mañana, en la puerta de la iglesia.
Aquel día nos reunimos:
Víctor Pagán, Víctor Pirri, Fran, Enrique, David, las jóvenes promesas Guillermo y Mila, y yo mismo. También nos acompañó Vicent, técnico de Electrorecamp.
Comenzamos el mantenimiento con tres campanas a la vez: la Mayor, la Mediana y la Dejuni. La Segunda y la Pequeña quedaron para el final.
Un mantenimiento más profundo de lo habitual
Además de las tareas que hacemos cada año —apretar todas las tuercas de los yugos, barnizarlos, revisar badajos, martillos, motores y cadenas— este año hicimos un trabajo especial: añadir placas metálicas a los yugos para conseguir una compensación más precisa.
Este desequilibrio presente, sobre todo en las campanas grandes, ha provocado varias averías electrónicas en los 22 años desde la restauración. Además, exigía un esfuerzo enorme en los volteos manuales y dejaba exhaustos a los campaneros.
Este trabajo extra nos alargó más de lo previsto y no fue hasta aproximadamente las tres de la tarde cuando, finalmente, las cinco campanas quedaron en perfecto estado, relucientes y equilibradas, preparadas para seguir marcando el ritmo cotidiano de nuestro pueblo.
Así dimos por concluida la tarea de mantenimiento de este año 2025: un año complicado, intenso, pero también lleno de la colaboración de muchas personas, algunas mencionadas en este artículo y otras no, pero todos trabajando unidos por el cariño hacia unas campanas que forman parte de nuestro patrimonio y de nuestro corazón.














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